Ejemplo de contraportada/crítica:
Autobiografías ajenas de Antonio Tabucchi
Autobiografías ajenas, que lleva por subtítulo Poéticas a posteriori,
de Antonio Tabucchi, firmado en 2002, es un libro-comentario donde el
autor, tomando como pretexto los supuestos requerimientos de lectores
que se habrían visto retratados en su obra anterior, va explicando su
convencimiento de que “somos marionetas en manos de la necesidad,
atravesados por personajes reales y ficticios. Para que la realidad
exista, tiene que ser contada”. Así, refiriéndose a algunas de sus obras, como Requiem, Sostiene Pereira, La línea del horizonte, La dama de Porto Pim y Se está haciendo cada vez más tarde,
va contando -y contándose en algunas anécdotas de su propia vida- otras
tantas historias entreveradas de sueño y realidad, de literatura y
reflexión sobre el hecho literario, entretejiendo una red de referencias
en la que viajan narrador, lector y autor, en trinidad inevitable, por
los mundos de la realidad-ficción o de la ficción-realidad, donde las
fronteras han estallado y personaje y persona aparecen como dos caras de
la misma máscara. Basta ser contado para hacerse personaje, basta
contar algo para crear un mundo paralelo. Siempre andamos contando
nuestras versiones y a veces, muchas, topamos con nuestras historias en
los libros que leemos.
La
tesis es que el lector queda inexorablemente marcado por sus lecturas,
como el autor por las suyas y por los viajes espirales en esa telaraña
donde cada cual es araña y mosca a la vez.
No es necesario ser un buen conocedor de la obra de Tabucchi para entrar en la lectura de Autobiografías ajenas,
donde no cabe esperar un hilo argumental único. En las reflexiones de
Tabucchi sobre escritura y lectura encontraremos, no obstante, el
aliciente del eco que cada frase produce en el universo del lector, que
se siente interpelado, reconocido, e invitado en cada página a recorrer,
de la mano del narrador, que esta vez va indisociablemente unido a la
voz de Tabucchi, ese universo vertiginoso donde dejamos de hacer pie en
la realidad, para entrar en la esfera de un Aleph en movimiento
perpetuo, espejo esférico que contiene todas las historias que se
contaron, se cuentan, se contarán y que se nos acercan, se alejan, se
inmovilizan tal vez, y nos permiten en ocasiones desencarnarnos para
vernos desde fuera, como elemento que en definitiva somos de esa gran
ficción universal que la realidad retroalimenta.
Pero
si el lector es un fiel tabucchiano, entonces, miel sobre hojuelas,
porque el disfrute está más que garantizado. Siempre queremos saber más
sobre los personajes de un libro, porque en el fondo nunca está acabado
del todo. Es ahí donde estas Poéticas a posteriori
nos permiten volver sobre lo leído, incidir en comportamientos,
situaciones y aspectos que quizás nos dejaron algo insatisfechos.
Tabucchi rehace el camino, incluyendo al lector en su paseo, como Dante,
Virgilio y Beatriz en la Divina Comedia, por ese Infierno, Purgatorio y
Paraíso que experimentamos en propia carne cuando abrimos un libro que
tiene la capacidad de engullirnos como el sueño, y liberarnos
igualmente, como los sueños que crea nuestro cerebro con retazos de
historias vividas, leídas o escuchadas. Pessoa no queda lejos en este
panorama jubiloso que descubre Tabucchi en Autobiografías ajenas, donde uno es siempre e inevitablemente multitud.
Amparo González Casado, colaboradora
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