7 de mayo de 2012

Ejemplo de contraportada/crítica:

Autobiografías ajenas de Antonio Tabucchi

Autobiografías ajenas, que lleva por subtítulo Poéticas a posteriori, de Antonio Tabucchi, firmado en 2002, es un libro-comentario donde el autor, tomando como pretexto los supuestos requerimientos de lectores que se habrían visto retratados en su obra anterior, va explicando su convencimiento de que “somos marionetas en manos de la necesidad, atravesados por personajes reales y ficticios. Para que la realidad exista, tiene que ser contada”. Así, refiriéndose a algunas de sus obras, como Requiem, Sostiene Pereira, La línea del horizonte, La dama de Porto Pim y Se está haciendo cada vez más tarde, va contando -y contándose en algunas anécdotas de su propia vida- otras tantas historias entreveradas de sueño y realidad, de literatura y reflexión sobre el hecho literario, entretejiendo una red de referencias en la que viajan narrador, lector y autor, en trinidad inevitable, por los mundos de la realidad-ficción o de la ficción-realidad, donde las fronteras han estallado y personaje y persona aparecen como dos caras de la misma máscara. Basta ser contado para hacerse personaje, basta contar algo para crear un mundo paralelo. Siempre andamos contando nuestras versiones y a veces, muchas, topamos con nuestras historias en los libros que leemos.
La tesis es que el lector queda inexorablemente marcado por sus lecturas, como el autor por las suyas y por los viajes espirales en esa telaraña donde cada cual es araña y mosca a la vez.
No es necesario ser un buen conocedor de la obra de Tabucchi para entrar en la lectura de Autobiografías ajenas, donde no cabe esperar un hilo argumental único. En las reflexiones de Tabucchi sobre escritura y lectura encontraremos, no obstante, el aliciente del eco que cada frase produce en el universo del lector, que se siente interpelado, reconocido, e invitado en cada página a recorrer, de la mano del narrador, que esta vez va indisociablemente unido a la voz de Tabucchi, ese universo vertiginoso donde dejamos de hacer pie en la realidad, para entrar en la esfera de un Aleph en movimiento perpetuo, espejo esférico que contiene todas las historias que se contaron, se cuentan, se contarán y que se nos acercan, se alejan, se inmovilizan tal vez, y nos permiten en ocasiones desencarnarnos para vernos desde fuera, como elemento que en definitiva somos de esa gran ficción universal que la realidad retroalimenta.
Pero si el lector es un fiel tabucchiano, entonces, miel sobre hojuelas, porque el disfrute está más que garantizado. Siempre queremos saber más sobre los personajes de un libro, porque en el fondo nunca está acabado del todo. Es ahí donde estas Poéticas a posteriori nos permiten volver sobre lo leído, incidir en comportamientos, situaciones y aspectos que quizás nos dejaron algo insatisfechos. Tabucchi rehace el camino, incluyendo al lector en su paseo, como Dante, Virgilio y Beatriz en la Divina Comedia, por ese Infierno, Purgatorio y Paraíso que experimentamos en propia carne cuando abrimos un libro que tiene la capacidad de engullirnos como el sueño, y liberarnos igualmente, como los sueños que crea nuestro cerebro con retazos de historias vividas, leídas o escuchadas. Pessoa no queda lejos en este panorama jubiloso que descubre Tabucchi en Autobiografías ajenas, donde uno es siempre e inevitablemente multitud.

                                                  Amparo González Casado, colaboradora

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